Cuando la vaina de la abeja entra en contacto con el individuo, el aguijón se clava y el veneno es inyectado a una profundidad de 2 o 3 milímetros. El aguijón de la abeja es aserrado, con lo que una vez clavado, esta no puede retirarlo, se va a producir pues un desgarro, que en la mayoría de las ocasiones acaba con la muerte del animal.
En el caso de las avispas, el aguijón es menos dentado, con lo que puede ser retirado tras la picadura y el animal puede seguir picando, aunque la cantidad de veneno inyectado sea menor en cada ocasión.
Los doctores alemanes W. Neumann y K. Habermann indican que una inyección de melitina (proteína extraída del veneno de abeja), determina una baja de la tensión sanguínea, la hemolisis (destrucción de los glóbulos rojos), una contracción de las fibras musculares estriadas y lisas, suprime los relevos neuromusculares y ganglionares. Por otra parte, según estos mismos autores, la hialuronidasa, (diastasa extraída igualmente del veneno de abeja), aumenta la permeabilidad de los capilares sanguíneos. Esta permeabilidad de los vasos es capital: cuando disminuye, a causa de perturbaciones del funcionamiento del sistema capilar a consecuencia de envejecimiento o de estado mórbido del organismo, entraña trastornos graves de las condiciones de intercambio entre los órganos y los tejidos. Hoy día, está reconocido que la permeabilidad entre el tejido conjuntivo y los capilares sanguíneos depende esencialmente de la acción fermentativa del ácido hialurónico que entra en la composición del tejido conjuntiva. Las sustancias que contienen hialuro-dinasa (veneno de abeja, hirudina, ronidasa, extracto testicular, espermina, etc.) incluso a dosis muy débiles determinan un aumento de esta permeabilidad.